Por Roberto Guerra V.
Diversos, activos, críticos, pero propositivos. Generosos, alegres y con energías renovadas para incidir en el desarrollo cultural, más de 300 gestores culturales de todo el país se dieron cita en Santiago, en el Primer Congreso Nacional de Gestión Cultural Chileno. Todas las regiones de Chile dijeron presente y junto a ellas, académicos, investigadores y gestores culturales de México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú y Argentina, acompañaron este proceso compartiendo sus saberes y experiencias.
Así, con debates, experiencias, críticas y propuestas, durante tres días los gestores culturales chilenos analizaron el estado y desarrollo de la gestión cultural en el país. ¿Qué surge? ¿Quiénes son los impulsores de estos procesos, que buscan, qué demandan? Aquí algunas breves reflexiones sobre cinco aspectos -dentro de muchos- que me parecen relevantes de destacar.
- El proceso. Hace tres años, con el Primer Encuentro Regional de Gestores y Animadores Culturales realizado en la Biblioteca de Santiago, dimos inicio a lo que a esta parte, se puede decir fue una de las mejores decisiones que hemos tomado en la Escuela de Gestores y Animadores Culturales, Egac: apostar por dinamizar y fortalecer la asociatividad de la Gestión Cultural chilena. Una apuesta arriesgada, grande, y desde un pequeño espacio institucional. Sin embargo, a punta de esfuerzo, los resultados han venido acompañando este proceso.
- Los gestores están y seguirán. Con sus prácticas, cada vez más diversificadas en espacios y contenidos, los gestores siguen y estarán, insertos en diversos espacios públicos y privados, en el marco de un intenso proceso de profesionalización. Miles de experiencias dan cuenta de un sector que ya no solo se reconoce en su diversidad, sino que también en aquello que le tensiona. Una diversidad que como indican las resoluciones del evento, “acoge visiones y prácticas no necesariamente coincidentes y confluentes, lo que da cuenta de los diversos intereses y orientaciones que animan la gestión cultural”. La pregunta de “qué gestionamos y para qué”, cobra particular vigencia en la actualidad.
- Ojo con las comunidades. Como siempre, no esperando orientaciones y dependiendo de sus propias capacidades, la gestión cultual comunitaria sigue su curso, constituyéndose en el sector más dinámico del escenario cultural chileno. Con su rico patrimonio, e incluso precariedades, ha sabido reinventarse y demostrar haciendo, que la gestión cultural tiene lugar en las comunidades mucho antes que el formulario y el proyecto.
- Una institucionalidad cultural inclusiva. La propuesta gubernamental de crear el Ministerio de Cultura y Patrimonio, reuniendo a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, DIBAM; Consejo de Monumentos Nacionales y al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, CNCA, y el proceso dee renovación de las políticas culturales, han puesto nuevamente al centro la pregunta por el tipo de institucionalidad cultural que Chile requiere. El escenario tensionado por el leve aumento –para muchos, congelamiento- del presupuesto de cultura, la rebaja de un 30% de los recursos al Fondo del Consejo Nacional de Televisión y la firma del decreto 1363, que disminuye las horas de educación artística en la educación básica, encuentra al CNCA cuestionado política y técnicamente desde diversos sectores. La situación demanda un debate abierto, informado y oportuno, y acciones concretas, para superar lo que a todas luces aparece como una crisis.
- Mejorar la calidad de la participación ciudadana. La participación de la ciudadanía en la gestión pública, aparece como uno de los saldos negativos a la hora del recuento en el recorrido de nuestra institucionalidad cultural. A la luz de la experiencia, resulta evidente que la oferta de participación inaugurada con los gobiernos de la Concertación y profundizada por la actual administración (asunto que a la luz de la contingencia, se tiende a olvidar) ha privilegiado el carácter instrumental de la participación, limitándose a informar y de manera focalizada, sobre su quehacer. Como hemos sostenido en otras ocasiones, se trata de un problema de fondo, que supera incluso la escasa voluntad de las actuales autoridades y que cuestiona las bases del propio diseño institucional del país. Para que la participación comience a ser efectiva, y supere las intenciones, asegurar el acceso a una información veraz, oportuna y de calidad podrá contribuir a hacer efectivamente posible participar y ejercer con propiedad este derecho.
Las resoluciones preliminares del Congreso, editadas por Egac, recogen la primera parte del debate, en torno a los escenarios, tensiones y desafíos de la gestión cultural en Chile. Un camino abierto, donde las respuestas habrá que buscarlas en el andar. ●
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