“Registro de iniciativas culturales comunitarias” reúne historias de la Región Metropolitana de Chile: una idea para replicar

Hace un año, las personas integrantes de la Mesa de Organizaciones Culturales Comunitarias de la Región Metropolitana (Mesa OCCRM), en Chile, decidieron convocar a las OCC de la región para hacer algo que nunca habían hecho: contar sus historias, documentar lo que hacían en sus territorios, mostrar que existían. El proyecto, realizado con el apoyo del Programa Red Cultura de la Secretaría Regional Ministerial de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, resultó en el libro “Registro de iniciativas culturales comunitarias – Región Metropolitana”, presentado en un encuentro por videoconferencia el pasado miércoles 26 de mayo.

La publicación reúne en 176 páginas un total de 76 organizaciones e iniciativas culturales comunitarias de la Región Metropolitana de Santiago, pertenecientes a 27 de las 52 comunas que conforman la región. Las temáticas de trabajo son las más variadas, van desde circo, reciclaje y pintado de murales hasta el trabajo con niños, jóvenes y mujeres, la promoción de derechos, la animación cultural barrial, la investigación y gestión cultural, entre otras. En la parte final del libro, se incorpora un mapa con la localización territorial de cada una de ellas, disponible en su versión interactiva en el sitio web www.mesaoccrm.cl.

La presentación se dio en el marco del 6º Encuentro de Organizaciones Culturales Comunitarias de la Región Metropolitana y contó con la presencia del coordinador de la edición, Roberto Guerra Veas, fundador de la Escuela de Gestores y Animadores Culturales (Egac); del diseñador gráfico Alfredo Chuquimia; de Camila Garrido, Vania Fernández y Marianela Riquelme, profesionales del programa Red Cultura; de Esther Hernández Torres (México), presidenta del Consejo Intergubernamental IberCultura Viva, y de integrantes de organizaciones que participan en la Mesa de OCC de la Región Metropolitana.

Cuatro de las organizaciones presentes en el libro se presentaron en este encuentro virtual: Elizabeth Guzmán habló de la Escuela de Títeres de Lo Espejo; Ruben Berrios, de la Agrupación Perú Danza; Diana Catani, de la Corporación Cultural Teatro Bus Chile; Rosa Luz Vargas, de Ébano y Marfil. La moderación estuvo a cargo de Melanie Bustos Alveal, referente de la organización La Joya Mosaico.

 Un anhelo cumplido

En la apertura del encuentro, Camila Garrido, representante del programa Red Cultura, felicitó a los representantes de la Mesa OCCRM y habló de la emoción al ver el texto, después de cuatro años de trabajo conjunto en pos al fortalecimiento de OCC para la región. “Este era un anhelo, que se produjese, que se generase este registro. Es muy satisfactorio ser testigo de este suceso”, celebró. “Hace un año, cuando surge este proyecto desde la mesa, el objetivo técnico era la autoobservación, pero esto era un pretexto para poder acompañar, colaborar, encontrarse con OCC que estaban en el territorio”.

Según Camila, la estrategia era visibilizar su quehacer cultural, pero había algo más: se necesitaba ponerle rostro, nombres y piel a las organizaciones que estaban organizando ollas comunes, coordinando cajas de mercadería, realizando actividades de bingo, rifa, para poder ayudar a algún vecino que podía tener problemas de salud. “La cultura comunitaria termina siendo un bálsamo en estos momentos difíciles, dolorosos. Es una forma para conectarnos con la memoria y la resistencia”, señaló. Para ella, este registro es un hito no solo regional, sino nacional, “una práctica digna de imitar en las diversas regiones y comunas del país”, pues sistematizar lo que se hace es una forma de permanecer en el tiempo, una forma de trascender.

Vania Fernández, la otra representante de Red Cultura en la región, también manifestó la emoción de ver materializado este proyecto, que “evidencia que el trabajo cultural comunitario está más allá de solamente postular a fondos concursables”. “Estas organizaciones trabajan en pro de la construcción de una sociedad que viene a garantizar los derechos culturales. Ellas trabajan de manera autónoma, se preocupan de empoderar a sus pares, se asocian unos con otros, buscan maneras de subsistir. (…) Cuando ellos empiezan a dejar de mirarse ellos mismos y empiezan a mirar al otro, cuando encuentran en las expresiones artísticas la manera de estimular la vida de ellos y de todo su entorno, es ahí que empiezan a crecer las comunidades. Este registro nos viene a mostrar 76 historias, 76 sueños, 76 luchas de activismo territorial.”

Una experiencia inspiradora

Esther Hernández Torres, directora general de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura de México y presidenta del Consejo Intergubernamental IberCultura Viva, representó el programa en el encuentro y comentó la emoción transmitida por los y las integrantes de la Mesa de OCC al ver materializado este trabajo.  “Las historias que vienen de las organizaciones realmente entusiasman e inspiran”, afirmó. Además de felicitarlos por la edición y el complejo trabajo de sistematización (“que logran abordar muy bien”), destacó la importancia de la experiencia, y del trabajo que logran las organizaciones de base cuando se articulan en las políticas culturales.

“Hemos vivido tiempos muy difíciles, y quienes manejamos las políticas de base comunitaria estábamos preocupados por la necesidad de presencialidad, de territorio. Y cuando pensábamos que no podíamos hacer nada más, las organizaciones nos sorprenden con las redes solidarias, siendo agentes de cambio en sus lugares de origen. Agentes que están procurando el bienestar colectivo a través del arte, de la cultura, de sus propios lenguajes, para seguir con vida. El hecho de que el trabajo comunitario, en lugar de caerse como muchos temíamos, haya creado con mayor fuerza todas estas posibilidades, es algo que esperanza mucho y que es necesario compartir”, resaltó la presidenta de IberCultura Viva.

Para Esther Hernández, la publicación es una fuente de inspiración para organizaciones en otras latitudes, en otros lugares de Iberoamérica, y demuestra la vitalidad de la cultura comunitaria. “Me encantó eso que comentó Camila de que la cultura comunitaria es un bálsamo en los momentos dolorosos. Sí, es un bálsamo en los momentos difíciles, pero también en los momentos de confianza, de encuentro, de alegría. Y en los momentos de rabia, de memoria, de recordar por qué estamos aquí, por qué estamos actuando, y por qué es necesario cada vez más trabajar de manera unida, solidaria, en redes”, señaló.

Siete meses de trabajo editorial

Roberto Guerra Veas, responsable de la coordinación editorial, destacó que las organizaciones culturales comunitarias son uno de los actores más dinámicos del sector cultural chileno, estando presentes de una punta a otra del país, “desde Putre hasta Puerto Williams”. “También en nuestra región, en el conjunto de comunas, están diciendo presente. Lo han hecho desde siempre, desde antes que existiera el ministerio, y están diciendo presente ahora. En estos tiempos tan complejos, se han puesto la tarea por delante de acompañar a sus grupos y comunidades, están organizando, activando, generando espacios de participación. Donde el Estado no llega y el mercado no se interesa, ahí han estado las organizaciones culturales comunitarias”, comentó.

Según el fundador de Egac, el proyecto del libro surge de dos de las demandas principales que plantean de manera habitual las organizaciones de base: que se visibilice su trabajo y que sea reconocido. “Este registro es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos y que compartimos con todos. El libro permite mostrar que existimos, que hay aquí procesos de activación, de reconocimiento, que hay iniciativas que están haciendo algo que nadie más está realizando, que hay un festival de títeres que une la población, que están levantando ollas comunes, que están pintando murales de manera colaborativa y asociativa… Hay ahí un valor fundamental”, afirmó, señalando la necesidad del Estado atender al reclamo sostenido de las organizaciones de contar con mayor reconocimiento, de contar con una política pública específica y dejar de ser “el pariente pobre” en las políticas culturales.

La publicación llevó siete meses “intensos” de trabajo y sirvió también para recordar la necesidad que tienen las organizaciones de prestarle la debida atención a los procesos de registro y documentación de sus prácticas. “Eso no es secundario. Es relevante ordenar información, documentar lo que se está haciendo, tener sus archivos, tener fotografías que hablen bien de su trabajo”, destacó Guerra. “Con información ordenada, se puede avanzar en procesos de sistematización, compartir una experiencia. En este caso, compartir el trabajo de 76 organizaciones es como sacar una foto. En el otoño de 2021, esta es una foto del sector cultural comunitario que va a quedar para la historia.”

Nota de IberculturaViva

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